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Quizás te guste disfrutar del mar, a mí me gusta mucho contemplarlo. Estos días pensé: ¿Por qué el mar es azul?
La respuesta puede ser sencilla, si observamos que el mar no es más que un gran espejo de agua, y por tanto refleja, lo que hay encima de él, el color del firmamento. Cuando durante el día, y con la luz del sol, el mar refleja el azul celeste. Durante la noche refleja el color oscuro del tono nocturno, con matices, según la intensidad lunar, que reflejando la luz del sol, entre las sombras de la noche, cubre el mar de una ausencia de color.
El mar, al amanecer de cada amanecer, vuelve a reflejar el azul celeste, ofreciendo un paisaje placentero y divino, que todos pueden contemplar y disfrutar! La fauna y flora marina que no se encuentra en las profundidades, continúa su rutina natural y placentera, en el mar bañada por la luz del sol. La siguiente cita del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, es una de mis favoritas y me ha ayudado a comprender el fenómeno del reflejo divino:
Así como una gota de agua es una con el océano, un rayo de luz uno con el sol, así Dios y el hombre, Padre e hijo, son uno en el ser. Las Escrituras dicen: “Porque en Él vivimos, y nos
movemos, y tenemos nuestro ser”.
Mary Baker Eddy,
Ciencia y Salud, p. 361
También me gusta contemplar y orar con la cita anterior, para comprender y demostrar que no brillamos por méritos propios. Nuestra razón de existir, y nuestra individualidad, está siempre unida a la naturaleza divina. Su autora fue una mujer extraordinaria, cuya luz de su vida, dedicada a los “negocios del Padre”, reveló al mundo el océano del Amor divino, y la ley divina, que es la fuente de toda existencia, tú, yo, cada uno. y toda la humanidad. Estudió las Escrituras y contempló la Ciencia de la existencia: “Las Escrituras dicen: “Porque en Él vivimos, y nos movemos, y tenemos nuestro ser”.
Como el mar, cada uno de nosotros refleja la luz celestial: todo el bien otorgado por el Espíritu, Dios. Esto se hace de forma natural, sin ninguna complejidad. Y lo mejor de todo es que sólo la Ciencia Cristiana nos explica, este hecho espiritual y metafísico es algo que cada uno puede, no sólo contemplar con su conciencia, sino demostrar en su vida cotidiana.